miércoles, 18 de julio de 2012

(X) 17. Las dudas se van aclarando

Silvia reconoció de inmediato la voz que le hablaba por la espalda. Era Ana. La chica no podía cerrar la boca de la impresión, no se esperaba que su informadora fuera ella. 

- Te preguntarás qué tengo que ver yo en todo esto, ¿no? –le decía sin mirarla a los ojos. 
- Hombre, algo sorprendida estoy, después de todo… 
- Llevo tiempo queriendo hablar contigo. Después de lo del castigo y demás –se sentía cohibida porque sabía que tenía parte de culpa en eso. 
- ¿Has venido para eso? 
- No, no, espera –la tomó del brazo evitando que se fuera- Déjame terminar. Quería hablar contigo, pero no pude. Ahora he venido para contarte lo que sé. 
- Habla –seguía manteniéndose firme. 

Ana miró a los lados asegurándose de que no hubiera nadie y la arrastró hacia el fondo de la biblioteca para evitar que Rosa escuchara nada. 

- El día que sucedió todo, yo estaba en el patio con otras chicas. Nacha y Morente se acercaron a una de ellas y, con una mirada, se la llevaron a otro lado para hablar. Al cabo de un rato, la chica volvió. Estaba pensativa y no dejaba de preguntar si sabíamos qué hora era. A mí todo aquello me hizo sospechar, pero no imaginé nada hasta que me enteré de lo que había sucedido. 
- ¿Crees que fue ella el cebo? 
- Estoy casi segura. En los días posteriores, Nacha se acercó a ella y le dio algo por debajo de una mesa. Creo que fue a modo de recompensa por el trabajo realizado. 
- ¿Y qué era? –preguntó inquieta. 
- No lo sé, no pude verlo. Pero no era difícil imaginar por qué se lo daba. 
- ¿Y ella se prestó tan tranquila? ¿Por qué? –seguía preguntando para intentar comprender lo sucedido. 
- Aquí es mejor no tener enemigas. Y mucho menos en Nacha y Morente. Son capaces de hacerte la vida imposible. Supongo, esto ya es aventurarme, que necesitaban a alguien que les ayudara y la chantajearon o algo. Si no, no creo que se hubiera prestado. 
- No sé por qué estás tan segura. Aquí hay gente dispuesta a todo, por lo que parece. 
- Silvia, tú no tienes maldad alguna y crees que todos son como tú, pero cuando lleves más tiempo aquí, te darás cuenta de que las cosas no son color de rosa y que sobrevivir es el único objetivo. 
- Ya veo –hizo una pausa- ¿Y quién fue? Necesito que me digas su nombre. 
- ¿Vas a hablar con ella? Deberías dejarlo estar. 
- ¡Qué harta me tenéis todas con dejarlo estar! Dime su nombre. 
- Está bien. Se llama Ángela. En la cena te digo quién es. 

Silvia se quedó mirándola en silencio. Necesitaba saber qué iba a hacer con esa información. ¿Tenía que hablar con ella? Intentaba ordenar sus pensamientos para saber cuál era el paso a dar a continuación. 

- Silvia. ¿Podrás perdonarme alguna vez? 
- No te preocupes por eso ahora –mientras le apretaba el brazo en señal de afecto. 

Las chicas se miraron y sonrieron. Habían recuperado su amistad y las dos lo agradecieron. Ana se fue de la biblioteca antes que Silvia. Después de un rato, hizo lo propio y salió por la puerta. 

- Ya veo lo que vale una promesa tuya –dijo Raquel, quien estaba esperando en el pasillo. 

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1 comentario:

  1. Tomaaaa!!! Acerté que era Ana!!! (o tú has hecho que acierte... xDDD) Ya sabía yo que iba a ayudarla para redimirse =) Ains... a veces hay que ser flexibles y no ser duras a la hora de perdonar a una amiga, que no siempre todo es imperdonable ni todo se hace con maldad ni para hacer daño. Ana no lo hizo con ese fin y está bien que, pasado un tiempo prudencial, le dé otra oportunidad...

    Veremos ahora qué dice Raquel, aunque parece que muy bien no le ha sentado, no? xDDD Pero también espero que se dé cuenta que lo hace por ayudarla... aunque no sé, no sé...

    A ver si pueden sacarle algo a la muchacha esta, aunque la sombra de Nacha y Morente es alargada y quizás por miedo...

    Con ganas de más =p

    Mua!!! :-*

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