lunes, 16 de julio de 2012

(X) 16. Encuentro en la biblioteca

Silvia se quedó pensando. Raquel, que también había ojeado la nota, la sacó del ensimismamiento que le había provocado esas palabras. 

- ¿Por qué no me habías dicho que estabas investigando? ¿No te dije que era mejor que lo dejaras? 
- No puedo dejarlo –abría y cerraba el papel. 
- Pero te vas a meter en problemas. No pasa nada, ya está, estoy bien. 
- ¡No me vale! –la conversación empezaba a subir de tono. 
- Silvia, no quiero que te metas en líos… -intentaba disuadirla con un tono moderado. 

Su amiga estaba callada, entendía las palabras de Raquel y comprendía el riesgo que suponía investigarlo. Pero iba a hacerlo de todas maneras. 

- Silvia, por favor, prométeme que no irás a esa reunión –le esquivó la mirada como respuesta- ¡Eh! Que me lo prometas. 
- Está bien, no iré… 
- Promételo. 
- Lo prometo… Pero, al menos dime: ¿no has visto quién ha puesto la nota? 
- La verdad es que no –puso los ojos en blanco- Debió ser mientras esperaba en la fila. 
- ¿Y no recuerdas quién estaba a tu lado? 

Raquel la miró fijamente y con el ceño fruncido. Silvia comprendió que era mejor dejarlo. Quizá sí se estaba obsesionando demasiado con el tema, pero no soportaba que en aquel lugar las maldades se quedaran sin castigo. 

La comida transcurrió con normalidad después de la nota, pero Silvia no se logró quitar de la cabeza la idea de ir a la biblioteca. Para intentar distraerse, se fue a la enfermería a seguir ordenando los armarios. El doctor Rivero había salido a comer y no volvería hasta el día siguiente, así que podría estar tranquilamente haciendo su trabajo. 

Comenzó por las medicinas en cápsulas y luego siguió por los frascos. Pero no lograba concentrarse. Miraba cada diez minutos el reloj para ver qué hora era. Su cabeza era una pelea continua entre ir o no ir a la biblioteca. Se distrajo tanto que sin darse cuenta se le cayó uno de los frascos del estante que contenía jarabe para la tos y llenó todo el suelo de un rosa pegajoso. 

- Maldita sea –bramó. 

Fue a por la fregona y limpió aquel estropicio. Una vez hubo terminado, dejó la fregona en su sitio y se quitó la bata. Miró el reloj por última vez: eran las 17,45. Suspiró y salió de la enfermería en dirección a la biblioteca.

Iba caminando despacio por los pasillos, como intentando pensar lo que iba a hacer. Antes de darse cuenta, estaba en la puerta de la biblioteca. Abrió y vio que estaba la misma celadora que cuando atacaron a Raquel. Movió la cabeza y comprobó que no había nadie más en la sala. Por un lado, agradeció que su amiga no estuviera allí. Le había prometido que no iría y Raquel confió en su palabra, no fue a cerciorarse de primera mano de que no acudía. 

Se adentró en la sala y fue a una estantería para coger un libro y disimular ante Rosa. Miró el reloj de pared que estaba justo sobre su cabeza. Eran las seis en punto. La puerta de la biblioteca volvió a abrirse, Silvia intentó mirar entre las estanterías para ver quién era. No lo consiguió. Volvió a mirar el libro y al levantar de nuevo la vista notó que había alguien cerca. 

- Gracias por venir –le dijo una voz desde atrás. 

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1 comentario:

  1. Ainssss... tú no te cortes y déjalo en lo mejor... grrr... ¬¬' xDDD

    Bueno, a ver quién es esa persona, me da a mí que vas a sorprender...

    Yo habría hecho como Silvia, si me ponen en bandeja la posibilidad de ayudar a una de mis amigas y, además, poder no dejar sin castigo a quienes hacen cosas malas... habría acudido a la cita por mucho que lo hubiera prometido. Sólo espero que no seas muy mala y no le traiga muchas consecuencias negativas... =p

    Llegó el trocito... tarde (y dejándonos con la miel en los labios) pero igual de chachi ^^ Sí, ya sé que piensas que no soy objetiva... blablabla... pero no lo hago ni lo digo por quedar bien, ja ho saps també.

    Un beso! =)

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