viernes, 6 de julio de 2012

(X) 10. La advertencia

El barullo llamó la atención de las celadoras, que rápidamente se dispusieron a disipar la algarabía que se había producido en el salón. Raquel y Morente no llegaron a las manos por muy poco, pero las miradas que se profesaban dolían como golpes. Morente mascullaba algo en susurros, a modo de advertencia. Raquel, por su cuenta, aunque estaba siendo sujetada por Silvia y una celadora, no dejaba de hacer aspavientos intentando soltarse para abalanzarse contra ella. 

Enseguida se personó ante ellas la directora acompañada de la celadora jefe. Venían las dos con caras de pocos amigos y proliferando gritos para evitar que alguna volviera a armar follón. 

- ¿Otra vez tú? –señaló la directora mirando a Raquel- Me estoy empezando a cansar de ti. 
- No ha hecho nada. Ha sido ella, que ha venido a provocarla –respondió Silvia. 
- ¿Tú también tienes que decir algo? Si eres igual que ella… -apuntó seria. 
- Por favor, directora –volvió a intervenir Silvia- le digo la verdad… Estábamos aquí tranquilas y fueron ellas dos las que se acercaron a provocarla. Créame. 

La directora comenzó a dudar. Es cierto que Nacha y Morente no es que fueran exactamente dos reclusas modélicas. Raquel tampoco lo era y la nueva… Bueno, la nueva tampoco era santo de su devoción. Pero, por primera vez, decidió creerla. 

- Vosotras dos –dijo con seriedad a Nacha y Morente-, hoy os quedáis sin desayunar y esperad que no os deje también sin comer y cenar. Os libráis de la celda de reclusión porque me pilláis de buenas. ¡A vuestras celdas, vamos! 

Morente se giró hacia Silvia y le dedicó la peor de sus miradas. Raquel se quedó mirándola y pudo leer en sus labios un “me las vas a pagar”. Silvia respiró tranquila al ver que su amiga se había librado del castigo, pero sintió inquietud ante la advertencia que le hizo Morente. Si no le tenían manía ya de primeras, ahora que tenían una excusa, se temía lo peor. Aun así, intentó que su cara no reflejara preocupación. Las presas fueron volviendo poco a poco a sus lugares mientras que Raquel y Silvia tomaron asiento en aquella mesa. 

- Gracias por defenderme. Nadie lo había hecho nunca –le dijo Raquel agradecida. 
- No hay de qué. Al fin y al cabo, es lo que hacen las amigas… -respondió asegurándose de que Ana, que justamente caminaba por su lado de vuelta a su mesa, la escuchaba. La chica agachó la cabeza ante el comentario. 
- De todas formas, gracias. Y date por satisfecha, no suelo ser tan amable. 
- Eso dices tú –rió Silvia- Conmigo te estás volviendo más blandita. 

Raquel arqueó las cejas ante aquel comentario, pero no pudo protestar. Era cierto que Silvia conseguía sacarle cosas buenas, quizá no tanto como se podía, pero al menos evitaba ser borde con ella. Las dos chicas continuaron charlando durante todo el desayuno y, una vez terminado, se separaron para hacer sus respectivas tareas. 

*** 

Las reclusas de la cárcel de Alcalá de Guadaira no tenían demasiadas obligaciones. Eran libres de ocupar su tiempo en lo que quisieran, siempre y cuando tuvieran en cuenta los horarios de las comidas, las visitas de los estamentos oficiales y el cierre de las luces. Se les pedía que respetaran las normas, pero también tenían ciertos privilegios, por llamarlos de alguna manera, dentro de la cárcel. El patio, donde podían practicar deporte por las mañanas y la biblioteca, donde disponían de cientos de libros sobre varios temas, eran algunos de ellos. Para unas mujeres a las que les parecía que el tiempo no avanzaba en aquellas cuatro paredes, la mínima distracción les hacía más llevadero el encierro. 

Raquel era de las que solía pasarse las horas enteras en la biblioteca. Devoraba libro tras libro con avidez. Su mundo interior estaba repleto de historias y de conocimientos de aquellos ejemplares raídos y gastados. Así que, en cuanto terminó de desayunar, fue directa la biblioteca a seguir leyendo libros sobre Sociología, que era el tema que la ocupaba ahora. 

Silvia por su parte, se encaminó hacia una de las celadoras y le pidió que le señalara dónde estaba la enfermería para empezar a hacer su trabajo. Una vez hubo llegado, tocó a la puerta y entró en el lugar. 

- Buenos días 
- Buenas, ¿tú quién eres? –le preguntó un señor con barba que la miraba por encima de las gafas desde su escritorio. 
- Me llamo Silvia Rodríguez, me ha dicho la directora que desde hoy sería su ayudante. 
- ¡Ah! –exclamó- Algo me dijo. ¡Qué cabeza la mía! –espetó mientras se dio un pequeño manotazo en la frente- Soy el doctor Rivero. 

Era un médico mayor, de pelo canoso, barba profunda y gafas a la altura de la punta de la nariz. El típico médico que cualquiera podría equiparar a un viejo curandero de pueblo, cansado de llevar en sus bolsillos la experiencia de los años de profesión y la desgana de estar entre cuatro paredes atendiendo a presas día sí, día también. La enfermería, que también tenía parte de despacho, estaba hecha un verdadero desastre. Libros de medicina por todas partes, instrumental desordenado y polvo a más no poder. Silvia sintió náuseas de solo ver aquel lugar. 

- Como puedes ver –dijo al verle la cara de asco- necesito mucha ayuda. 
- ¿Ayuda? Doctor, usted necesita una reforma profunda. 

El médico rió ante la ocurrencia y le tendió una de las batas que colgaba del perchero. Silvia supo en aquel instante que no se aburriría precisamente. Lo que no sabía era hasta qué punto iba a estar ocupada.

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1 comentario:

  1. ¿La verdad? Me encanta Raquel. Y con esto de que es un ratoncito de biblioteca más aún =) No sé, tiene un algo que me hace pensar que es muy buena tía... o es que me van las malotas (que creo que no es así xD). Igual estoy influenciada por la historia, pero bueno...

    Me cae bien el médico, parece un poco desastre xD Y a ver cómo le va a Silvia en la enfermería... aunque me da miedo que Morente se tome la ley por su mano y la pillé allí a solas o algo =S

    ¿Soy yo o me gustan bastante tus personajes? Bueno, los "buenos" porque Nacha y Morente (a la que tendremos que echarle el freno) no me molan, claro. Y Ana... me da pena... igual a ella pueda perdonarla en el futuro, a ver cómo la pintas... =p

    Me estoy dando cuenta que cada día me enrollo más!!! xD Pero cómo no va a ser así si tengo una verborrea que asusta!!! Sorry!!! =$

    Gracias por este trozo "a la carrera" te quedan igual de geniales ^^

    Un besazo y buen finde ;)

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