miércoles, 4 de julio de 2012

(X) 8. La historia de Silvia

Raquel estaba dormida cuando los jadeos y los gritos de Silvia la despertaron. En la oscuridad de aquella celda que, en contra de su voluntad, tanto conocía, logró hacerse hueco para alcanzar la cama de la chica. Una vez llegó hasta ella, la tomó entre los hombros y la despertó con suavidad. Estaba empapada en sudor y no dejaba de gritar. Le dijo que no estaba bien y era cierto, no hacía falta ser muy listo para darse cuenta de ello. Se sentó a su lado dejando la espalda apoyada en la pared y esperó a que se tranquilizara.

- ¿Estás algo mejor? –le dijo poniéndole la mano en la frente.
- Sí –respondió algo más relajada- Ha sido solo una pesadilla.
- Pues vaya pesadilla… Parecía que te estuvieran matando…
- Más o menos –susurró.

Silvia se acurrucó rodeando sus piernas con los brazos y soltó un leve gemido como si fuera a echarse a llorar. Raquel se quedó sin saber qué hacer. Así que optó por que el instinto se dejara llevar. La abrazó con cuidado y la consoló como buenamente pudo.

- ¿Qué pasa, niña? –le preguntó.
- Es parte de mi pasado. Parte de algo que no consigo arrancar y es el motivo por el que estoy aquí –se atrevió a decir entre sollozos.
- ¿Quieres contármelo? –volvió a preguntar mientras le enjugaba las lágrimas.

Raquel se estaba mostrando lo más dulce que podía con Silvia. Hacía mucho tiempo que no era tan considerada con nadie, pero comprendió que en ese momento necesitaba desahogarse, necesitaba sentirse segura y necesitaba que la escucharan y trató de hacerlo lo mejor que pudo. Silvia se mantuvo en silencio, suspiró y se aventuró a contarle su historia.

- Todo comenzó hará dos años –resopló- Acababa de terminar la carrera de ADE y entré a trabajar como becaria en la sucursal de un banco de Sevilla. Era el sueño de toda mi vida, hacerme un hueco en una empresa e ir aprendiendo.
- Me imagino.
- Las cosas iban bien, me empezaron a dar más responsabilidades y, al año de estar trabajando, me contrataron de forma indefinida –continuó.
- Todo bien, ¿no?
- Eso creía yo. Al contratarme, pasé a estar bajo las órdenes de la directora de la sucursal, Blanca. Me convertí en su mano derecha al ganarme su confianza. Estaba muy contenta con mi trabajo y me dio muchas responsabilidades. Demasiadas –apuntó con amargura.
- ¿Te la jugó?
- Sí. Hubo una serie de contratos, unas transferencias entre varias cuentas procedentes del extranjero... Cuentas millonarias que necesitaban el visto bueno de la directora. Pero ella no estaba, se fue de viaje y me dijo que me encargara yo de todo. Intenté hacerle ver que era necesaria su firma, que yo le mandaba el fax y que ella me lo reenviara con su firma, pero no me cogía el teléfono –la voz se le iba quebrando- Te juro que intenté de todas las formas posibles hacer algo, pero no hubo manera.
- Y firmaste en su nombre…
- Fue una estupidez, no sé por qué lo hice. Ella me dijo que no pasaría nada y yo la creí. Pero luego, cuando llegó de su viaje, no era la misma. Estaba extraña conmigo, distante, me evitaba. Al principio no le di importancia, pero luego lo entendí todo. A los dos o tres días llegaron unos policías, eran de la brigada financiera, dispuestos a hacer un registro porque el dinero de las cuentas millonarias había desaparecido.
- ¿Te acusaron?
- Ellos no… Fue Blanca. Como era la responsable de la sucursal, todo papel tenía que pasar por sus manos… Pero ella dijo que no había firmado nada, que no era cosa suya. Y me inculpó –se echó a llorar.
- ¿Les contaste que ella te dijo que lo hicieras?
- ¡Claro que sí! Pero no me creyeron. Solo estaba mi firma y mi responsabilidad de que ese dinero llegaría a donde se suponía.
- Pero harían algún registro o algo para ver dónde lo tenías… Vamos, digo yo.
- Registraron mi casa tres veces, la casa de mi madre… No encontraron nada –respondió serena.
- ¿Entonces?
- Nada, se quedaron con los papeles firmados, mi confesión y con la de ella. Blanca tiene muchos contactos en la justicia, su padre es magistrado. Puedes imaginarte el resto…
- ¡Pero es que eso es una injusticia! –saltó enseguida de la impotencia.
- ¿Entiendes ahora por qué te digo que soy inocente? –volvió a llorar.
- Claro que lo entiendo…

Raquel la abrazó intentando que dejara de llorar. Eran tan injusto lo que le había ocurrido… Desde aquel momento, la chica se propuso una meta: iba a dedicar su tiempo a proteger a Silvia. Pasara lo que pasara.

2 comentarios:

  1. Uy!!! Mira Raquel cómo se preocupa por Silvia y se convierte en su protectora... =p ¿Ahí va a haber tema? xDDD Sí, siempre me voy a lo mismo, mejor lo dejo... jajajaja

    A veces necesitamos alguien que nos haga saber que no estamos solos, un alguien que sabemos que nunca nos va a fallar, quizás Raquel sea ese alguien para Silvia y yo creo que Silvia lo va a ser para Raquel, al menos ya ha conseguido "conmoverla", que es mucho más de lo que ha conseguido nadie... =)

    Por cierto, vaya con Blanca, a esa habrá que buscarla y decirle un par de cositas... (H) (me ha quedado mafioso, no? xD)

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  2. ¿Por qué siempre tienes que pensar que va a haber tema? No tiene por qué... Raquel y Silvia necesitan apoyo. Raquel para salir de su mundo interior y Silvia para superar una traición que la ha llevado a estar en la cárcel... Quizá solo necesitan apoyo... quizá algo más. Pero recordemos que, de momento, solo están requiriendo un buen abrazo (casto) xD

    Lo de Blanca es cosa aparte... Ya veremos qué ocurre con ella, deja que mis neuronas piensen xDDDD

    Sigo escribiendo, en un rato publico :)

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