viernes, 1 de julio de 2011

2. El principio de todo

- ¿Estás segura de lo que estás haciendo?
- Claro, es lo que quiero. Es lo que siempre he querido… -contestó Sara con firmeza mientras guardaba en su maleta los últimos trastos que se llevaría consigo.
- No es necesario que te vayas por ella… -dejó caer lo que pensaba de forma muy poco sutil.
- No me voy por ella –contestó clavándole la mirada a su amiga.
- Sara, yo te quiero, eres mi mejor amiga. A mí me lo puedes contar.




Por un momento se calló y se quedó pensando en las palabras de su amiga. Intentó descifrar en su mente si todo lo que le había contado a la gente de su marcha a Barcelona era verdad. Todo el mundo sabía que Sara quería irse a vivir allí, que siempre había soñado estar en una gran ciudad y poder trabajar en lo que más le gustaba. Por circunstancias ajenas a su carrera, no pudo comenzar a estudiar en aquella ciudad, pero siempre tuvo en mente poder ir cuando terminara.

Cuando conoció a Paula, esa decisión tomó un doble matiz. Estaban ilusionadas con la idea de irse a vivir juntas, de compartirlo todo, de trabajar en la misma profesión y ser un poquito más independientes. Barcelona era el objetivo y las dos lo sabían. Se irían a mitad de la carrera y terminarían allí sus estudios.

Pero las cosas se torcieron cuando apenas faltaba un año para que sus planes se llevaran a cabo. El porqué no era algo que quisiera recordar, mejor era dejarlo en el pasado, pero Sara estaba bastante decepcionada y eso hizo mella en su relación con Paula. Pasaron por altibajos durante un tiempo, pero se dieron cuenta de que no podían estar separadas. Barcelona podría esperar un poco más, al menos, un año más, hasta que Paula se encontrara con Sara allí. Todo estaba claro y decidido hasta dos meses antes de que llegara el momento de dar el salto para Sara. La canción decía: “Se nos rompió el amor de tanto usarlo” y tal vez eso fue lo que les ocurrió a las dos chicas.

Sara no pudo soportarlo. Era un golpe demasiado fuerte y las circunstancias con las que tuvo que lidiar durante esos dos meses la cambiaron por completo. Decidió que se iría a Barcelona, pero sola. ¿No sería demasiado duro estar allí sin ella? Tal vez, pero más duro sería quedarse otro año más y soportar lo que tuvo que soportar durante esos dos meses. No sólo era cuestión de protección, también llegó a ser una cuestión de orgullo. Orgullo por demostrarse que podía hacer sus sueños realidad sin tener que depender de nadie y la fuerza, precisamente, la encontró gracias a ese alejamiento.

Así que, después de mucho meditar, le contestó lo siguiente a Miriam:

- Te aseguro que tengo muchos motivos para irme de aquí. Sabes que os quiero, que me encanta esta ciudad, que me gusta todo lo que significa estar aquí, pero necesito un cambio. No sólo personal, también profesional. Y si no lo hago ahora, no sé qué puede pasar. Porque seamos realistas, la vida cambia en un segundo y yo quiero hacer algo distinto, algo nuevo. Tengo todo el tiempo para volver aquí, pero necesito saber qué me puede esperar allí. Y te puedo decir con total sinceridad que no tiene nada que ver con ella.

Miriam sonrió a su amiga y le dio un abrazo fuerte. No era muy dada a manifestaciones cariñosas con Sara, pero ambas sabían que las unía un nexo especial. Era consciente de que Sara necesitaba cambiar, tomar aire fresco, y, aunque estaba segura de que la echaría mucho de menos, quería que su amiga fuera feliz.

Sara cerró la maleta y volvió a mirar aquella habitación que había ocupado su vida durante 21 años. Ahora otra nueva la esperaba en Barcelona. No sabía exactamente cómo sería empezar de nuevo y más si tenía en cuenta que, en cada situación trascendental de su vida, había estado alguien a su lado para tenderle la mano. Ahora comenzaba sola, en una ciudad que no conocía y lejos de lo que más quería. La sensación de incertidumbre era grande, pero tenía el presentimiento de que en Barcelona le esperaba algo importante.

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