sábado, 21 de agosto de 2010

Vuelta a casa con sabor agridulce...

Después de la última entrada que publiqué han pasado muchas cosas. Las fiestas de Elche hicieron su aparición en nuestras vidas como cada año, llenando la segunda semana de agosto de luz y color. Aunque este año las lluvias tampoco quisieran perderse este momento, las fiestas fueron igual de espectaculares que siempre.

La Charanga, que tuvo lugar el 11 de agosto, fue un motivo más para hacer una sátira de los temas más importantes que han tenido lugar durante este año y, por qué no, para pasar un gran rato disfrazados por toda la ciudad. La Nit de L'Albà, como ya es costumbre en esta ciudad, llenó de color el cielo ilicitano con cada una de sus palmeras y, una vez el cielo quedó oscuro y en silencio, brotó de Santa María la más grande de todas ellas: la palmera de la Virgen. Bajo el cántico de los ángeles del Misteri, la ciudad de Elche enmudeció y el cielo se llenó de luz dorada y blanca.

La Roà sería la noche que le seguiría. Momento perfecto para disfrutar de la buena música y los amigos hasta altas horas de la mañana. Sería entonces donde unos buenos churros con chocolate cerrarían una noche tan mágica. Y por último, el día de la Virgen, con el lanzamiento del Castillo desde el puente del Ferrocarril, pondría definitivamente punto y final a estas fiestas ilicitanas.

Apenas sin tiempo para asimilar toda esta semana de emociones y sobresaltos, me encontraba preparando de nuevo la maleta para pasar con mis hermanos una semana perdida por tierras madrileñas, siempre haciendo algún viaje a ciudades con historia: Toledo, Salamanca, Ávila... Pero como una cosa es lo que se planea y otra lo que sucede, tuvimos que volver antes de tiempo y solo pudimos disfrutar de las vistas de la primera de las paradas. Pudimos ver la Catedral Primada de Toledo, La Bisagra, la iglesia de San Juan de los Reyes, el Alcázar y disfrutar de los típicos postres toledanos en una cafetería llamada: El café de las monjas.

Un día entero de cuesta para arriba y cuesta para abajo, pero que supimos aprovechar bien. El problema es que estábamos en la antesala de lo que pasaría después. Supongo que estas cosas ocurren. No lamento no haber podido ver todas esas ciudades o haber tenido que volver antes. Lo que más me apena es la circunstancia de la vuelta y no saber cuándo se solucionará todo. Esta vez me siento muy responsable, a diferencia de otras veces. Supongo que debí darme cuenta mucho antes, pero preferí no mirar o creerme que todo estaba bien. Demasiado tarde. Esperemos, al menos, que la cosa vuelva pronto a la normalidad.

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