sábado, 7 de agosto de 2010

En la orilla del mar

Le encantaba caminar por la playa. El aroma y el sonido del mar al encontrarse con la arena hacían que todos sus problemas se evadieran y que una calma infinita invadiera su ser. Como cada tarde al caer el sol, cogía unas sandalias cómodas y emprendía su ruta. Recorría la orilla durante unos minutos sin apartar la vista de las olas y, cuando lo creía oportuno, se sentaba muy cerca del mar observándolo en silencio.

Aquella tarde, mientras hacía su camino, algo le llamó la atención. A diferencia de otras ocasiones, la playa no estaba desierta: una joven estaba sentada con la cabeza sobre las rodillas y sus manos rodeándolas. Estaba llorando. Dudó por un instante si acercarse a ella o no.

-¿Estás bien? -preguntó dubitativa.

La joven levantó la vista para ver quién había reparado en su presencia y con algo de temor asintió. No ponía mucho de su parte, pero ahora no podía marcharse, sentía que tenía que hacer algo.

-¿Te pasa algo? ¿Puedo ayudarte?

-No, no me pasa nada.

Tenía una voz dulce a pesar de que su llanto se la quebraba. Seguía sin mirarla, la joven solo prestaba atención al mar. Era tan extraña la sensación que la embargaba... No la conocía de nada, pero su aspecto frágil y temeroso le inspiraba una gran ternura. Sus ojos tristes y cubiertos de lágrimas escondían una gran pena.

-Nadie llora por nada...-apuntó sin dejar de mirarla.

Se hizo el silencio entre las dos, sólo se podía oír las olas del mar. De pronto, la joven dejó de llorar y se giró para devolverle la mirada.

-Un quiero y no puedo; una montaña rusa que sube y que baja sin darte tiempo a respirar; un remolino que te empuja y te aleja mientras sientes que tu cuerpo se escapa de ti. ¿Alguna vez has sentido eso? Saber lo que quieres y adónde quieres llegar y no tener los medios para alcanzarlo.

-Sí, es una sensación que tengo cada día -volvió su vista al mar.

-¿Y cómo consigues alejarla de ti? -preguntó mirándola fijamente.

-Vengo al mar, lo miro y no pienso en nada más.

-Creo que no me será suficiente.

-Las cosas son suficientes en la medida que nosotros queramos que lo sean. Si no luchas por dejar de estar así, no vas a poder ser feliz.

-Solo puedo ser feliz de una forma -contestó resignada.

-Eso piensas ahora, pero con el tiempo, te darás cuenta de que no todo en esta vida es blanco o negro. De que hay muchísimas cosas que pueden llenar tu vida y, cuando menos te lo esperes, volverás a ser completamente feliz. Solo debes tener paciencia...

-Tal vez tengas razón -se enjugó las lágrimas.

Volvieron a quedarse en silencio, el sol había desaparecido completamente y una ligera brisa las acariciaba a ambas. La noche estaba a punto de llegar y era hora de irse.

-No me vas a hacer caso, ¿verdad?

La joven se levantó, se sacudió la arena de la ropa y mostró una pequeña sonrisa cómplice que ambas supieron interpretar. Quizá no tenía lo que quería, pero, al menos, aquella tarde había sonreído de nuevo.

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