
La puerta de la habitación se abrió y tras ella apareció Adrián portando una bandeja con un plato de sopa humeante. Laura se incorporó en la cama con dificultad y soltó un quejido de dolor. Hacía días que estaba tumbada y no mejoraba. La gripe le había reducido las defensas al mínimo y todo su cuerpo reaccionaba ante aquel entumecimiento. Adrián no se separaba de su lado ni un segundo. Desde que se enteró de que estaba enferma, iba a verla todos los días y tenía todo tipo de atenciones con ella. No soportaba verla tan mal, pero Laura no se lo ponía fácil.
- Te he traido una sopa, te vendrá bien -dijo mientras se sentaba a su lado en la cama.
- Me cuidas demasiado -cogió la bandeja y la colocó sobre sus piernas-. No deberías estar cerca de mí.
Adrián la miró con sorpresa. No conseguía de ella más que evasivas y no comprendía por qué no era capaz de agradecerlo solamente en lugar de apartarlo una vez tras otra.
- No te preocupes por eso ahora. Estás enferma y necesitas que te cuiden.
- Pero no deberías -replicó sin mirarlo mientras se tomaba la sopa con calma.
- ¿Tanto te cuesta dejar que te cuiden? No creo que sea algo malo, ¿no?
- No quiero que te pase nada a ti también...
- No creo que tengas nada mortal, ¿no? -contestó con ironía mientras miraba al techo.
- Sabes que no me refiero a la gripe...
Ahora comprendía lo que ocurría. Laura no lo apartaba por estar enferma, por temor a que pudiera contagiarle. Lo apartaba porque no quería depender de él, porque no quería tener que necesitarlo y luego no tenerlo. Tenía miedo de acostumbrarse a él y que, al final, no pudiera contar con él. Tenía miedo de sufrir.
Adrián la miraba sin decir nada mientras ella se terminaba la sopa con dificultad. Por un momento deseó salir de aquella habitación y no volver nunca. Quería dejar que ella sola se recuperara, más lentamente, pero tal y como ella deseaba, sola. Cogió la bandeja y la llevó a la cocina en absoluto silencio.
Laura le miraba callada, segura de que su amigo había entendido lo que quería decirle, y sabía que se iría en cualquier momento. Era lo mejor para él. Para los dos. Oyó los pasos de Adrián y supo que se estaba yendo del apartamento. No hizo ningún movimiento o sonido para retenerlo. Suspiró lentamente y se tumbó en la cama a dejar que las sábanas se llevaran consigo toda esa extrañeza que se había quedado en ella.
De pronto, Adrián entró en la habitación, se descalzó sus zapatos y se colocó cerca de ella en la cama. Laura le miraba extrañada, sin decir palabra. El chico la arropó bien, le tocó la frente para ver si tenía fiebre y tomó el mando de la televisión para encenderla.
- ¿No te ibas? -se atrevió a decir ella por fin.
- No.
- Pero te vas a enfermar si te quedas aquí.
- Correré con las consecuencias. No te vas a librar de mí tan fácilmente.
Cada uno interpreta las cosas a su manera. A mí me parece que Laura tiene buenos amigos ;)
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