jueves, 4 de agosto de 2011

(*) Un alto en el camino

“Sí, venga, y ahora ponte a hablar con el otro conductor. ¡No tenéis vergüenza!” Esto fue lo que le espetó una usuaria de la EMT a uno de los conductores que llevan cada mañana a los madrileños a su trabajo cuando, en un cruce con otro autobús, se detuvo a conversar con su compañero de trabajo. La frase no es que tenga gran significado por sí misma, pero refleja el sentir de muchos de los viajeros que utilizan cada mañana la red de transportes madrileña. Algunos con más aplomo y otros con menos, pero en general los usuarios de los autobuses que circulan por la capital están bastante molestos con el servicio que se les está ofreciendo durante este verano. Y si a eso le añadimos que el lunes será efectiva la subida de precio del 50% en el billete sencillo tanto de autobuses como de Metro, el cabreo ya es mayúsculo.

Cuando llegué a Madrid, hará dos años en septiembre, me llamó mucho la atención la prisa que tenía la gente por coger un tren o un Metro. “¡Pero si pasan cada 5 minutos!”, pensé. “A estos los dejo yo en la línea de Cercanías Murcia-Alicante (con una frecuencia media de 50 minutos entre trenes) y se mueren”, recordé para mí entre risas. Yo, en cambio, me lo tomaba con calma cada vez que tenía que ir a Madrid. ¿Que no cogía un tren por segundos? Daba igual, el siguiente vendría enseguida… Como no tenía que estar a ninguna hora concreta, esperar dos o tres minutos más no suponía demasiado. Hasta que llegué al maravilloso mundo del becario que trabaja allá donde Cristo perdió la sandalia y donde dudo mucho que vaya a ir el Papa cuando visite Madrid.

A partir de ese momento, llegar al trabajo a una hora decente se convirtió en todo un reto. No sólo por la variedad de transportes que debía coger para llegar hasta Aravaca (Cercanías-Metro-Autobús, todo en ese orden), sino también porque entre Renfe y la EMT se propusieron hacerme la vida más bonita, pero bonita de verdad. El día que llegaba bien a la estación de Cercanías, el autobús me dejaba tirada en mitad de Moncloa. El día que no llegaba tan bien (pero aún así llegaba con tiempo), el tren se paraba 15 minutos entre Villaverde Alto y Villaverde Bajo sin motivo alguno. Bueno y el mejor día de todos fue aquel en que el tren de las 7.03 llegó a las 7.15, se paró en mitad de Villaverde, el Metro se detuvo en Argüelles 5 minutos y el del autobús pensó que no merecía subir por mucho hueco que me pudieran hacer entre todos los pasajeros… Ese día fue realmente maravilloso. A las 8.30 llegué al trabajo.

Pero fuera de lamentos matutinos y viajeros, la realidad es que entre las obras del AVE Madrid-Levante que han interrumpido el tráfico normal de la C3 y han retrasado bastante la C4, y el hecho de que la EMT parece no darse cuenta de que el autobús 162 necesita urgentemente añadir nuevos vehículos entre las 7 y las 9 de la mañana, todo se ha vuelto un auténtico caos. No me cabe en la cabeza que en la dársena 32 de Moncloa haya dos autobuses, el 160 y el anteriormente mencionado 162, con la misma frecuencia (9-14 minutos) y uno vaya a rebosar y el otro salga de la estación casi vacío (o casi lleno, según el pesimismo o el optimismo con que se vean las cosas). No me entra que el 162 de las 7.45 de la mañana fuera el otro día a tope de su capacidad hasta el punto de que ni siquiera el conductor veía los vehículos que tomaban la rotonda de entrada a Aravaca porque había personas apretadas contra la puerta delantera, y mientras tanto el 160 lleve más de 15 asientos vacíos a la misma hora. No consigo comprender que muchas personas deban quedarse en la estación esperando a que llegue el siguiente autobús que, presumiblemente “tardará 5 minutos” (dicho por uno de los conductores del 162), cuando llevan haciendo cola para cogerlo más de 15 minutos, pero no se pueden subir porque no hay espacio para todos.

¿Es que nadie en la EMT se da cuenta de esto? Porque no es algo que ocurra puntualmente, pasa todos los días. Solo en mi parada de Aravaca nos bajamos más de 20 personas. Ahí es cuando por fin hay algo de espacio para los que están de pie desde Moncloa y eso que está casi al final del recorrido. Y cada día la situación es más complicada. Muchas personas llegan tarde a trabajar cuando han estado esperando un autobús desde las 7:30. Por eso la gente está tan enfadada. Enfadada por la espera, enfadada por la poca cantidad de autobuses a horas punta como la entrada al trabajo y enfadada por el choteo (por madrileñear el vocabulario) en general que supone tener que llegar a trabajar y no morir en el intento… ya sea por el tiempo esperando el autobús o por el aplastamiento involuntario. Y si esto está así ahora, en agosto y con casi toda la gente de vacaciones, no quiero ni imaginarme el panorama con la visita del Papa y la afluencia masiva de visitantes a la capital… ¡Que Dios nos pille confesaos!

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